En el proceso educativo de nuestros hijos es recomendable ayudarles a adquirir fortaleza, para afrontar las dificultades que encontrarán en su discurrir por la vida.
La frustración es un
sentimiento que surge cuando no conseguimos nuestros deseos. La frustración
forma parte de la vida. Aunque no se puede evitar, se puede aprender a
gestionarla, superarla y a aumentar de este modo la tolerancia. La resistencia
a la frustración en niños es, por tanto, un proceso de aprendizaje. No es una
habilidad con la que nacemos las personas.
Los niños en proceso de maduración
son más vulnerables ante la frustración y reaccionan a nivel emocional con
expresiones de ira, de ansiedad, de rabia etc.
Algún nivel de frustración es
necesario para la formación del carácter en el contexto de un crecimiento emocional
sano. Tenemos que tener claro que la frustración es inevitable en la vida. Debemos
enseñar a nuestros hijos a tolerarla desde pequeños, a afrontar esas
situaciones en que no consiguen lo que quieren.
Durante la infancia, para los niños
el mundo gira entorno a ellos, son evolutivamente egocentrismos, quieren todo y
ya, tienen que aprender a esperar.
No
tienen la capacidad empática desarrollada. En este proceso es aparecen las
rabietas, la ira, el enfado y consecuentemente la frustración.
Los niños suelen ser exigentes y
demandantes. Les cuesta manejar las emociones, los impulsos, les cuesta
adaptarse a las circunstancias y se genera gran frustración.
Si el niño consigue siempre lo que
quiere, o lo consigue tras una rabieta y le evitamos sufrimientos, no le estamos
enseñando a manejar sus emociones y sus conductas.
Para conseguir que los niños
toleren la frustración, los padres tienen que evitar la sobreprotección y no
abusar de la permisividad, con ello no permitiremos que el niño se desarrolle
emocionalmente de manera adecuada. Si cedemos ante cualquier requerimiento del
niño, y que siempre consiga lo que
quiere y nunca se enfrenta a situaciones negativas, difíciles o frustrantes.
CLAVES PARA AYUDAR A LOS HIJOS
A GESTIONAR MEJOR LA FRUSTRACIÓN
ESPERA- Enseñarle
a esperar la demora del refuerzo o de conseguir lo que quiere. Si nos pide
algo, no dárselo inmediatamente, si cuando pueda o cuando el adulto lo considere oportuno, explicándole en qué
momento lo tendrá, o por qué no lo tendrá ya.
CONTROL DE RABIETAS.- Las rabietas
son una de las manifestaciones que indican una pobre tolerancia a la
frustración en los niños. Ante estas situaciones manténgase firme, y sin
violencia alguna, hágale saber las razones por las cuales no se puede, pero no
ceda, no se altere, sepa esperar.
DEJAR QUE SE FRUSTE.- Cuando
el niño se enfade, grite o patalee, por una rabieta no acuda inmediatamente a
satisfacer sus exigencias. Dele tiempo y espacio, y cuando vea que rebaja la
rabieta, que se va calmando entonces si hay que acudir. Acompáñele y que sienta
le ignoramos, pero que esperamos a que se calme para hablar con él.
Para hablar con ellos es mejor
hacerlo cuando ya ha entrado en proceso de calma y no cuando aún están
exaltados.
Predique con acciones.- La
tolerancia a la frustración se aprende, que mejor que el ejemplo de los adultos
que les rodean, los niños tienden a copiar las acciones de los adultos. Reflexione
sobre cómo reacciona como padre ante los niños. Un padre que reacciona con una
actitud positiva ante un fracaso o una situación difícil, le servirá de ejemplo
para que ellos aprendan a solucionar sus problemas.
Evita la sobreprotección.- La
sobreprotección es una de las principales causas de que un niño tenga una baja
tolerancia a la frustración. A medida que el niño adquiere autonomía,
independencia y confianza en sí mismo para la ejecución de las rutinas diarias
y cotidianas, ira mejorando y controlando las consecuencias de sus acciones y
consecuentemente mejor afrontara el fracaso.
No debemos darle todo hecho, ni
ayudarle en todo, si le dejamos autonomía también le enfrentamos al problema, no se lo evitemos, y de esta manera dispondrá
de herramientas para tolerar la frustración.
CREACION DE LÍMITES.- Los límites son necesarios, al principio son límites
sencillos y muy concretos y claros.
Muéstrate firme y coherente en la
creación de límites, asegúrese de que son justos y proporcionados a la edad del
niño, pero también sea flexible ya que algún momento determinado y
circunstancias especiales podamos
corregirlos o proponer alternativas.
Educarle en el esfuerzo.- Si
conseguimos que sean autónomos les estamos enseñando a esforzarse en todo lo
que hacen. Todas las cosas se consiguen a base de esfuerzo. Y este será en
muchos momentos lo que les ayude a resolver sus fracasos.
Reforzar cuando reaccione de
manera apropiada.- A medida que vamos apreciando, ante una situación
complicada, que el niño tarde en reaccionar con su respuesta habitual de impulsividad
o rabieta, tenemos que elogiarlo siempre. Es básico reforzar las acciones
adecuadas.
Excelente wao Dios los bendiga mucho por esta gran ayuda
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