Con la llegada de un nuevo hermano a la familia se puede ver alterado nuestro día a día, nuevos horarios, nuevas rutinas, nuevas necesidades que atender, pero sobre todo el cambio será para los hermanos. Los celos infantiles pueden aparecer, recordemos que son normales, son inevitables, por lo que tendremos que facilitar las herramientas y estrategias para que los peques sepan afrontar la situación.
Déjale que exprese cómo se siente con su
llegada y los días o semanas posteriores a la llegada de su hermano. Dele
tiempo para que se conozcan. Los principios son duros y requieren periodos más
o menos largos. Va a presentar sentimientos ambivalentes que le generan
ansiedad y confusión. Esto significa que la misma persona que les genera un
fuerte sentimiento de atracción, agradable y noble, también les puede producir
lo contrario.
Cambios de conducta
Trascurridos los primeros días, en los que
el niño está atendiendo e intentando entender
la nueva situación de transición, pueden aparecer reacciones
negativas, rabietas, comportamientos regresivos, rechazo. Esta situación se verá más acuciada si el niño es menor de 3 años, ya que aún no
tienen sus capacidades de comunicación desarrolladas para expresar bien sus emociones.
Pensemos
en sus sentimientos, él no sabe qué pasará, ahora el bebe es lo
importante y los papas también están más nerviosos y por eso le hemos de
explicar y ayudar a que lo entienda. Debemos estar alerta de no pedir conductas
más adultas al niño de lo que sería adecuado. Le tenemos que dar tiempo y aceptar ciertos
sentimientos negativos hacia nosotros o hacia el bebé.
Papel de los padres
Es una etapa en la que cada miembro de la
familia debe recolocarse en su nuevo lugar y esto implica también un nuevo
papel para el niño que acaba de tener un hermano. Pero a diferencia de los
adultos, a él nadie le ha enseñado a interpretar este un nuevo papel. Esa será
la labor de los padres, que se centra en acompañar a este proceso de
aprendizaje, ayudar en la medida de lo posible a gestionar las emociones que
pueden surgir, dar a cada uno su espacio propio e individualizado.
Los padre deberán de evitar frases que recriminen sus acciones: "No
lo toques", "Aléjate que no me fío de ti", "Que se te va a
caer".. y estimular otras de acercamiento, "Qué bien lo cuidas"
"Eres muy responsable", "Ven que lo vas a bañar muy bien".
Involucrando al niño en tareas de cuidado, higiene, alimentación etc. Podemos facilitar actividades de
colaboración cuando atendemos al pequeño puede colaborar, en el bañarlo, a dormirlo, a vestirlo etc.. Le
estaremos enseñando que la “novedad” es agradable y así lo vivimos siendo más fácil aprender a querer y respetar al
bebé.
Valorar a nuestros hijos delante de
familiares y visitas. Tampoco caigamos en el error de minusvalorar al recién
nacido. Se trata de que el mayor se
sienta seguro y se vaya ubicando, poco a poco, en su nuevo rol dentro de la
familia y se vaya sintiendo más seguro,
no más competitivo.
Guardar momentos para estar con el hijo a solas,
dedicarle momentos de exclusividad, compartir salidas, juegos, etc... y que
papá y mamá se vayan alternando, para que sean momentos con los dos.
No ser muy estrictos ante comportamientos más
infantiles, entendamos sus sentimientos. Que se hable con él cuando venga gente
a conocer al pequeño y que otros familiares pasen tiempo con él.
Mantener sus rutinas en la medida de lo posible. Seguir leyendo
con él, el cuento antes de dormir. Reforzar
los buenos comportamientos.
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