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Niños que muerden

  

 Morder es un hábito bastante común en los niños de entre 2 y 3 años, pero a veces puede ser bastante frustrante y difícil de manejar. En este periodo de edad, los niños tienen mucho contacto con sus iguales. La acción de morder puede ser la manera de probar su poder para llamar la atención o de expresar cómo se sienten. La frustración, la ira y el miedo son emociones fuertes y los niños pequeños carecen de las habilidades lingüísticas para comunicar cómo se sienten.

    El niño en un principio suele tener contacto con otros niños de amigos y familiares, y siempre bajo la atención de adultos. Será cuando empiece la escuela infantil o el colegio con iguales cuando se manifiesten estas conductas. Pasará de ser el centro de atención a compartir atención, espacio, juguetes, etc. Y competir con los demás niños.

    En  estos primeros años el niño no tiene la madurez suficiente ni habilidades sociales adecuadas para poder comunicar sus necesidades, solucionar conflictos, controlar su comportamiento o expresar sus deseos con palabras; por ello, cuando siente  emociones intensas como frustración, cansancio, enojo, ansiedad o miedo, puede reaccionar de forma impulsiva mordiendo o lastimando a otros. Su lenguaje verbal es insuficiente para transmitir sus sentimientos, para proteger sus pertenencias etc.

    A veces también puede morder por imitación, el niño se relaciona con otros peques que muerden y pegan. Si han sido mordidos con anterioridad puede  acabar imitando dicho comportamiento.

    Si un niño muerde no significa que tenga problemas psicológicos ni de conducta, es una conducta frecuente en estas edades.

Qué se debe hacer en el caso de un niño que muerde

Reconocer los signos y saber en qué momento el niño está a punto de morder podría ayudarnos a intervenir, ofreciendo a nuestro hijo alternativas respetuosas y reforzando sus comportamientos positivos para que sea consciente de ello y los repita en el futuro.

Los padres han de estar atentos  a su hijo.  Es importante tener en cuenta criterios como:

A) En qué momento del día muerde, mañana tarde, justo antes de dormir ,qué actividades propician ese comportamiento, actividades en grupo, cuando está solo,  sólo ocurre con ciertos niños, cuando más cansados están, o después de una sesión de juegos intensa..

B) Cómo se encuentra el niño en el momento que precede al mordisco, ira, rabia, nervios, ansiedad, timidez, frustración, sensación de inferioridad, emoción... Justo antes de dormir, cuando más cansados están, o después de una sesión de juegos intensa.

C) Cuando el niño muerde, agrede a quien está más cerca o siempre muerde a la misma persona.

D) El niño muerde como mecanismo de defensa, o como una forma de conseguir algo.

Cuando el niño ha mordido….

    Mantenga la calma y muéstrese firme, no hace falta que grite ni ofenda. Al principio la mayoría de los niños no se dan cuenta de que morder lastima. Nunca muerda a un niño que ha mordido, le creará confusión, sería un modelado erróneo y le enseña un comportamiento agresivo. Debemos transmitirles seguridad. Así que respire profundo, pongase a su altura y háblale con voz firme pero tranquila, sin gritos ni nerviosismo. Mirar a los ojos es la mejor manera de conectar con el niño y captar su atención.

    Colóquese  frente al niño y dígale firmemente "¡No se muerde!". Explíquele con  frases muy corta, simples y sencillas para que el niño la entienda, evite darle explicaciones extensas, aún es pequeño para comprender. Entender que son pequeños y empatizar con lo que sienten nos van a ayudar a poner remedio a tan desagradable situación



De un alternativa cuando el niño este calmado, muéstrele a su hijo como acercarse al compañero a solicitar, dejar o compartir la situación que motivo el morder.  “sé que te sientes enojado porque tu amigo te quitó tu juguete pero no se muerde porque duele”, “vamos a dejarle, yo te acompaño..” Validar sus emociones con un simple «se que estás muy cansado», «entiendo que te has enfadado» o «creo que estás demasiado excitado» va a servir tanto para que aprendan a identificar lo que les pasa como a que se sientan comprendidos por nosotros. Distráigalo con otra cosa para que baje la tensión y cambie el foco de atención.   

    Si la conducta se repite hemos de estar  vigilantes a fin de preverlo y evitarlo apartándolo físicamente en cuanto le vea la intención. Es más efectivo si se interviene antes de que el niño comience a mostrar un comportamiento agresivo. Por ejemplo, intervenga tan pronto ve que el niño está muy frustrado o se está alterando. Céntrese más en las causas que motivan el morder, que en el morder en sí, que es lo que le motiva a morder. Repito las causas pueden deberse a un sentimiento de frustración, soledad, celos, impotencia, o una necesidad de más afecto y autonomía. Usted sabe mejor que nadie qué le altera, o en qué circunstancias hay más probabilidades de que empiece a morder. Evítalo antes de que suceda, y trate de prevenir las situaciones que le llevan a morder.

    Para que esta conducta no se llegue a convertir en un hábito, es importante ofrecerle al peque otras maneras de expresarse y relacionarse con sus compañeros. Si sólo se le riñe y penaliza sin mostrarle alternativas, tan sólo estamos obstruyendo su expresión emocional, no dándole salida a través formas de actuar u otras  conductas.

    Si tiene más de un hijo. Haga todo lo que pueda para ofrecer espacio. Siéntese a dar el pecho en un sofá grande, toma la mano del niño que no se puede sentar en su regazo, y conecte con él a través del tacto y de las palabras: "Cuando se duerma el bebé, vamos a leer un cuento juntos. Tengo muchas ganas de estar contigo."

    El refuerzo positivo también es útil. Elogie a su hijo cuando muestre conductas que usted quiere alentar, tales como compartir, ser amable o paciente. Una recompensa puede ser algo tan simple como darle a su hijo un abrazo o una palmadita en la espalda y decirle al niño lo bien que se está portando.  Elogiar, alabar cuando el niño resuelve sin morder. "Muy bien, le has cogido su juguete sin hacerle daño" , felicitar al niño cuando esté haciendo algo que nos gusta y hacérselo saber: “Me encanta cuando compartes tus juguetes con tus hermanos”. “¡Qué bien has jugado hoy con tu amigo! Te felicito, lo has hecho muy bien.”

En resumen, y como venimos diciendo a lo largo de todo el artículo, morder o pegar es una fase temporal por la que pasan muchos niños pequeños como consecuencia de su inmadurez y falta de habilidades sociales. En ningún caso implica maldad o deseo de agredir al otro.

    Cuando los niños adquieren pleno desarrollo del lenguaje este tipo de conductas suele desaparecer, pues poder expresar con palabras lo que sienten, piensan o quieren, les permite mejorar la convivencia y solucionar los conflictos de manera respetuosa.

    El niño necesita entender que su forma de actuar no es la adecuada, que puede llegar a lastimar a otras personas y que hay otras vías respetuosas para canalizar sus sentimientos o deseos.

    Se requiere tiempo y constancia. Todos los hábitos negativos requieren tiempo para ser trasformados. El niño necesita más tiempo para aprender nuevas alternativas. ¡Constancia, tiempo, coherencia, respeto por el niño, confianza y presencia! .


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