La
Neuroeducación es una nueva disciplina que combina conocimientos de la neurociencia, la educación y la
psicología, nos aporta información sobre el proceso de enseñanza y aprendizaje.
Une la información del funcionamiento del cerebro y el contexto en el que se produce el aprendizaje y
nos indica sobre los procesos más adecuados para realizar un buen aprendizaje. En este proceso la emoción y
cognición van unidos.
Las
emociones juegan un papel muy importante en nuestro comportamiento, pero
también influyen en nuestra memoria y en nuestro aprendizaje.
Un
niño comienza a aprender desde el mismo momento del nacimiento. Aprende en los
primeros años a través de esos mecanismos básicos que son la imitación, la atención
compartida y la empatía. Se aprende aquello que se ama, es decir aquel
aprendizaje mediado por la emoción es el que mejor se consolidara.
¿Cuál será la tarea de la familia en la educación de nuestros hijos? crear ambientes emocionalmente positivos y de colaboración.
Las
experiencias que causan fuertes emociones crean recuerdos muy claros y a largo
plazo. Unos padres dinámicos, divertidos, dsiciplinados e interesados por las
emociones del niño, pueden convertir cualquier cosa o concepto, en algo siempre
interesante y por ello recordado y aprendido.
Una
de las fórmulas que mejores resultados está dando, es aprender a cooperar en el
seno de la familia, padres, madres, hijos e hijas aprendan a cooperar entre
ellos.
Establecer un vínculo
afectivo fuerte que
permita relajación y satisfacción en el aprendizaje del día a día. Esa conexión
se produce cuando se comparten experiencias agradables y positivas. Es decir
cuando padres e hijos lo pasan bien juntos, cuando comparten ratos agradables,
cuando intercambian elogios y muestras de afecto, cuando se apoyan mutuamente,
y cuando colaboran en la consecución de objetivos comunes.
Demasiados
períodos de aburrimiento, de confrontación, o de discusión van debilitando la
relación. Si no hay suficientes momentos en los que sentimos que el otro está a
gusto con nosotros, la conexión se atenúa enormemente.
La comunicación fluida y positiva entre ellos. Cuando los hijos nos explican algo que les ha pasado, algo que les preocupa, un sentimiento o una emoción, no están buscando que los juzguemos, ni tampoco que les demos soluciones. La mayor parte de las veces, las soluciones ya las saben. Es interesante trasmitirles la sensación de que estamos interesados en ellos, en sus ideas, en sus problemas, en sus pequeñas o grandes batallas del día a día.
La disciplina. No siempre es fácil que colaboren, y conseguirlo requiere cierto esfuerzo por su parte y el uso de disciplina por parte de las familias. La disciplina no tiene que estar basada en gritos y amenazas, sino en la firmeza, en la escucha, la motivación
Compartir experiencias día a día. Haciéndoles sentir participantes activos. La convivencia familiar, en la que compartir diversidad de experiencias dándoles la posibilidad de investigar, premiando su iniciativa, generando momentos únicos de aprendizaje. Compartir el juego y el tiempo libre: es muy aconsejable, ayuda a mejorar la comunicación, a tolerar las pequeñas frustraciones y a mejorar el sentido del humor.
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