Todos somos conscientes que actualmente la fiabilidad de
poder diagnosticar autismo se sitúa entre los 18 meses y los 2 años y que las herramientas marcadoras o predictoras
aplicadas a una edad muy baja pueden
llevar a confundir fácilmente TEA con otras alteraciones, especialmente en caso
de bajo cociente intelectual.
Varios
estudios hacen hincapié en algunos signos/síntomas evidentes a partir de los 12
meses como, características y estilos de comunicación social, menor sincronía
en la interacción con los padres, menor fijación visual en las caras, bajas
respuestas evocadas por la mirada,
apreciación de conductas repetitivas y o estereotipias, juego atípico en
su exploración y funcionalidad, alteraciones en la regulación emocional,
disminución de la orientación social, así como una baja actividad física durante
la interacción social, etc. Aun siendo conscientes de la importancia y
necesidad de estos estudios dirigidos a
identificar a edades más tempranas a los niños TEA, alrededor de los 14 meses,
existen paralelamente otros recursos que también podrían ser más
rentabilizados con una mayor regulación
y estructuración de los mismos ya sean sanitarios, sociales y educativos,
mejorando los dispositivos de detección y la labor de asesoramiento.
Muchos de los estudios llevados a cabo están basados en la
información retrospectiva que aporta la familia, pero esta información suele
presentar cierta limitación cuando exponen las conductas registradas, así
como su intensidad. Por ello, es
importante que no solo la familia sino también equipos vinculados al niño,
especializados en registros estandarizados tengan un papel más relevante.
Los profesionales que trabajamos a diario con bebes en
programas de seguimiento y prevención de atención primaria de alto riesgo
biológico, nos encontramos síntomas entre los 6 y 12 meses que nos dan una
información muy valiosa para comprender al niño con el que estamos realizando
el seguimiento, definir su perfil, prever si puede tratarse de un TEA de inicio
temprano y establecer si fuese necesario el consecuente asesoramiento a las
familias, desde el momento en que apreciamos los primeros síntomas. En los
servicios de Atención Temprana también se llevan programas de prevención de atención primaria en escuelas infantiles,
aquellos niños que puedan tener un TEA de tipo regresivo y que comienzan en ese
periodo a manifestar la pérdida o estancamiento de algunas funciones, puedan
ser también rápidamente evaluados.
Me gustaría concluir, sabiendo que..
· La dificultad
en distinguir TEA y no TEA es manifiesta.
· La colaboración
entre los profesionales que conocen al niño y familias es imprescindible.
Pediatría y servicios de seguimiento del bebe sano (enfermería) en coordinación
con los Centros de atención Temprana, con programas de vigilancia del desarrollo a los 8, 12, 18 y 24 meses,
permitiría realizar una labor predictiva e identificar a los niños con riesgo
de TEA.
· La detección
precoz facilita un tratamiento temprano.
· Aunque los TEA
tengan un origen biológico, hoy por hoy la intervención más eficaz es la
educativa y la farmacología desempeña aún un papel menor.
· Cada día hay más
investigaciones y estudios sobre la evidencias de la eficacia de la atención
temprana.
· En los centros
de atención temprana se establecen los programas individuales atendiendo a las
características de cada niño, en los que las actividades a trabajar están
basadas en la “sincronía interpersonal” tales como, habilidades como atención
conjunta, juego, interacción, imitación, intercambio de afecto positivo y
sistemas de comunicación, si es necesario. El programa de intervención temprana
también va dirigido a padres dotándoles de recursos para mejorar la interacción
con su hijo, mejoras de crianza y reducción de estrés.
Comentarios
Publicar un comentario